martes, 30 de junio de 2015

YO CAMPESINO: Valle de México, sin remedio


suelo

Nada novedoso nos dice el Colegio de Posgraduados de Chapingo cuando afirma que el DF es la entidad que presenta el mayor deterioro físico de suelo, por arriba de Tabasco, Veracruz, Yucatán, Campeche o Chiapas. Lo contrario si sería noticia.
Imaginemos que los estados mencionados con poblaciones varias veces menores que la del Distrito Federal y concentraciones urbanas pequeñas tuvieran más dañado su suelo que el de la capital de la República.
En todo caso la nota es que poco queda sano de las superficie del DF, cuenca que es agredida constantemente y cuyo deterioro se aceleró en los últimos 20 años, precisamente por la invasión masiva del cemento a las zonas de recarga de los acuíferos y áreas de reserva ecológica.
Ha prevalecido el interés del dinero por sobre la conservación. En el Valle de México ya nadie habla de recuperación sino al menos de detener un deterioro del suelo que ya es irreversible y que lejos de atenuarse, va en ascenso, tanto que del 43.6% actual, al final de la década alcanzará entre el 52 y 55 por ciento.
Claro, se puede hablar del deterioro a nivel nacional donde 142 de las 200 millones de hectáreas están dañadas, especialmente aquellas que sufren una deforestación agua en áreas del “desarrollo” y crecimiento poblacional.
Pero el tema es la capital de la República donde la absorción de agua es mínima luego y con ello aumentado deterioro del suelo, simplemente porque surgieron como hongos unidades habitacionales en medio de las reservas ecológicas o se construyeron vías de comunicación agrediendo el medio ambiente sólo para comunicar nuevas concentraciones urbanas (vivienda-comercio e industria) con el centro de la megalópolis o los municipios “dormitorio”.
Surgieron líneas del Metro por intereses de urbanismo, comercia o industria; se crearon carreteras internas que agredieron ecosistemas y los condenaron a morir; se acabaron las fuentes acuíferas a cielo abierto y al final, delegaciones que se distinguían por su flora y agua, se convirtieron en unidades habitacionales, eso sí “residenciales” de alto costo donde se pagó por un paisaje que con ellas mismas desapareció. Ahí están Magdalena Contreras, Tlalpan, Xochimilco, Tláhuac, Iztapalapa, Alvaro Obregón con todo y minas y Gustavo A. Madero y su sierra de Guadalupe.
Por eso el daño es irreversible y se acentuará aunque se tomen paliativos incluso en zonas que ya eran urbanas y se les aplicó la saturación como Miguel Hidalgo Y Benito Juárez.
El deterioro continuará porque esas nuevas viviendas, carreteras y dobles pisos, reclaman recursos como un agua cada vez más escaza y en algunos casos inexistente, vialidades que ya son intransitables o entornos que desaparecieron con los bosques y zonas arboladas que se llevaron las “unidades residenciales” de Xochimilco, Nuevo Polanco, tercera sección de Chapultepec, de San jerónimo Lídice, Santa Catarina, Santa Fé, cerros del Judío, San Bernabé Chiquihuite, La Presa, Guerrero o de La Villa, Cuajimalpa con el Yaqui y otros más.
Eso ya se acabó como también el Río Magdalena o los arroyos de Cuautepec o las chinampas de Xochimilco y los árboles de Nativitas. A cambio, casas, departamentos de quienes compraron un proyecto de vida en medio de un hábitat “exclusivo”, privilegiado y que hoy es un fraude.
El deterioro de la ciudad y Valle de México, va en picada, no hay escapatoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario