Estas navidades una gran parte de los ciudadanos, empresarios y autoridades públicas brasileñas del este y sudeste del país mirarán al cielo con la esperanza de que se cumpla un solo deseo: que las precipitaciones durante el periodo de lluvias, que se acaba de inaugurar en noviembre y se extiende hasta marzo, sean mucho más intensas y constantes de lo normal.
A la espera de que “Papai Noel” o la madre naturaleza obren el milagro, las reservas de algunas represas están en mínimos históricos en lo que se considera la peor sequía de los últimos 84 años en el Estado de São Paulo y que también afecta al vecino Estado de Minas Gerais y Río de Janeiro. Los más de nueve meses que ya dura la escasez de lluvias ha dejado en una situación tan delicada al sistema Cantareira, formado por seis represas que hoy en día abastecen a 6,5 millones de personas del Gran São Paulo, que la Sabesp, la compañía de Saneamiento Básico del Estado, tan solo ha asegurado el abastecimiento de agua hasta marzo de 2015. Actualmente, y a pesar de las últimas lluvias caídas, ya se está utilizando el segundo volumen muerto, es decir, el agua que queda por debajo de las bombas de captación.
El sistema Alto Tietê, que proporciona agua a 4,5 millones de habitantes de la región este del Gran São Paulo, podría colapsar incluso antes que el de Cantereira si las lluvias no son los suficientemente intensas en las próximas semanas. Los augurios de Roberto Kachel, miembro del Comité de la Cuenca Hidrográfica de Alto Tietê y profesor de Saneamiento en la Universidad Mogi das Cruzes, no son nada optimistas respecto a este segundo sistema y declaró a principios de diciembre al diario Folha de Sao Paulo que tendría que llover por encima de la media histórica de 6,2 mm/día durante este mes para que el sistema no se agotara. “Si llueve en la media todo indica que el agua en el alto Tietê se acabará en 30 días”, afirmó.
No es de extrañar, por tanto, que el escenario sea de evidente crisis. Lo inaudito del caso es que a corto plazo el plan B de autoridades y empresas, tal y como confirman los expertos consultados, es prácticamente inexistente o inservible para hacer frente a la crisis a corto plazo, lo que coloca en una situación muy delicada a una economía que ya contaba con diversos problemas macroeconómicos, como pone de manifiesto el débil crecimiento del PIB en 2014, del 0,3% según datos del Fondo Monetario Internacional; la tendencia al alza de la inflación, situada en el 6,5%, de acuerdo con el Banco Central; o los escándalos de corrupción en torno a la estatal petrolera Petrobrás.
La falta de previsión ante la crisis sorprende aún más si se tiene en cuenta que existe una situación crónica de estrés sobre los recursos hídricos en los Estados afectados. Por tanto, “ya existía un diagnóstico de la situación”, dice el profesor del Centro de Investigación, Desarrollo y Educación Continuada (CPDEC) Rodnei Domingues, quien añade que, en los últimos años, “el nivel de las represas ha ido cayendo lentamente, pero el clima lluvioso ocultó el problema. Bastó con una sequía fuera de lo esperado para producir la crisis”.
Un recurso infinito
Brasil es el país con mayores reservas hídricas del mundo, con cerca del 12% del agua dulce disponible del planeta. Aún así, Anita Kon, profesora de Economía de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUCSP), comenta que la región nordeste del país, por sus características climáticas específicas siempre ha sufrido crisis de abastecimiento de agua en los periodos de sequía. Sin embargo, Kon relata que, en la actualidad, el fenómeno de escasez de lluvias que está generando inseguridad hídrica está golpeando con mayor contundencia a la región del sudeste, donde se localizan los Estados que son los polos de desarrollo industrial y agrícola del país, representados por São Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro. “Con la falta de lluvias en el sudeste, algunos nacimientos de ríos casi se han secado y en lugares donde el agua era abundante, surgieron inmensos bancos de arena”, describe la profesora.
Kon comenta que existe la percepción generalizada de que la crisis de agua no es sólo consecuencia de factores climáticos y geográficos, sino también del uso irracional de los recursos hídricos, “particularmente porque el agua no es tratada como un bien estratégico en el país, por la falta de integración entre la política nacional de recursos hídricos y el resto de políticas públicas”. Por otro lado, ella añade que “existen graves problemas de saneamiento básico y, además de eso, específicamente en el sudeste y en el sur del país, el agua dulce se considera un recurso infinito”.
La profesora describe cómo en estos centros de hegemonía económica de Brasil, ha habido un aumento desordenado de las demandas hídricas, a lo que se ha sumado el desperdicio del uso que se hace del agua y también la contaminación de manantiales, “como consecuencia de los productos agrícolas tóxicos que se utilizan en algunas regiones agrícolas, o por la ocupación no controlada de la población, con la construcción de viviendas en las regiones de reservas ambientales de los manantiales de agua”.
A día de hoy, cerca de un 20% de la población brasileña se ha visto afectada por la sequía, que se ha extendido por regiones metropolitanas como la de São Paulo, Río, Belo Horizonte, Recife, Salvador, Fortaleza, Belén, Curitiba, Porto Alegre, Florianópolis, Natal, Vitória, entre otras. Pero Kon destaca que en los últimos meses, la carencia de agua ha alcanzado también a ciudades no metropolitanas. “La región más afectada fue la del estado de São Paulo, que está en situación de alerta desde febrero de 2014, y donde el racionamiento dura ya ocho meses”, señala.
Efectos para empresas y consumidores
La economía brasileña, que ya experimenta otros problemas macroeconómicos como los citados anteriormente, comienza a verse afectada también por la crisis hídrica, “y debido a que la mayor proporción de energía del país se origina en plantas hidroeléctricas, la crisis tiende a repercutir también en el sector eléctrico que ha tenido que soportar costes adicionales debido a la reducción de la disponibilidad de agua en los manantiales”, dice Kon.
La profesora señala que el volumen de energía eléctrica actual no es suficiente para atender la demanda del mercado debido a los efectos de la sequía y se ha recurrido a la energía ofrecida por otros tipos de centrales energéticas, como las térmicas a gas, petróleo y diesel, “lo que en muchas regiones puede costar más de diez veces el valor de la energía generada a partir de las reservas de agua”. Kon dice que los reajustes del precio de la energía y el racionamiento de agua comienzan a afectar también al comercio y otros servicios que utilizan considerablemente el agua en su proceso de suministro al consumo.
Sin embargo, el impacto de la falta de lluvias, además de afectar a la producción agrícola, se siente también en varios sectores de la industria que dependen del agua para su proceso de producción y que captan agua directamente de los ríos. En particular, ella señala la industria de papel y celulosa, textil, varias industrias de productos alimenticios que tiene como insumo café, frutas y otros productos vegetales, así como algunas industrias químicas y petroquímicas. “Varias empresas han reportado un aumento considerable de los costes de producción, debido a la necesidad de tratar el agua, cada vez más contaminada, perforar pozos artesanales, o incluso recurrir al suministro de agua a través de camiones cisterna que traen de otras regiones”, comenta Kon.
Por otro lado, la población consumidora se ve afectada de varias maneras, que van desde la necesidad de racionamiento del uso del agua, lo que ya está ocurriendo en varias ciudades, hasta la amenaza de falta de energía eléctrica, y el encarecimiento de los productos básicos consumidos.
Kon destaca que las soluciones para poner remedio a la situación están siendo ampliamente discutidas por la población y por los Gobiernos de las regiones afectadas. En São Paulo, por ejemplo, para conseguir efectos a corto plazo, el Gobierno lanzó una campaña para la aplicación de descuentos que alcanzan el 30% en la cuenta del agua para aquellos que reduzcan el consumo un 20%. Sin embargo, los resultados no han sido muy efectivos puesto que, según la Sabesp, la mitad de los consumidores redujeron en un 20% el consumo de agua, tal y como proponía la meta del Gobierno, pero un 25% de la población lo aumentó entre mayo y noviembre. Lo que ha sido interpretado por Marussia Whately, coordinadora de la “Alianza por el Agua”, que reúne a una veintena de organizaciones no gubernamentales, como eficaz sólo entre aquellos consumidores “que ya consumían menos” y que, por tanto, ya estaban sensibilizados con el problema, señalaba Whately a la agencia de noticias EFE. Los expertos y organizaciones civiles consideran que ante una situación de emergencia como la actual no queda otro remedio que aumentar las multas económicas para aquellos ciudadanos que consuman en exceso.
Además, se han anunciado otras medidas para el tratamiento del alcantarillado recolectado y del agua utilizada para su reutilización cuyos resultados se sentirán sólo a más largo plazo. El gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, ha informado de que, a partir de 2016, las represas que se encuentran en niveles críticos serán abastecidas con agua tratada y previamente utilizada por la población, con el fin de depender menos de las escasas lluvias. Para ello, se construirá una Estación de Producción de Agua de Reutilización, en el sistema de Guarapiranga, que abastece a 4,9 millones de personas en la capital paulista. El Gobierno regional también anunció la construcción de 29 nuevos reservorios que ampliarán la capacidad de almacenamiento de agua en un 10% en la región metropolitana de Sao Paulo. Rodnei Domingues, de la CPDEC, considera lógica las medidas de reuso anunciadas por Alckmin, “pero no es una solución en caso de falta de agua de lluvias, pues si no hay agua suficiente, no se producirá agua de reuso”.
El problema, según Domingues, coautor del reciente estudio titulado “El uso y el consumo del agua en el Estado de São Paulo”, es que las reacciones del Gobierno federal y estatal llegan tarde y mal. Él destaca que en 2014 las tomas de decisiones se paralizaron por motivos políticos “por la pelea entre el PT (Partido de los Trabajadores) y el PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña)” como consecuencia de la celebración de elecciones presidenciales en el país que se saldaron con la victoria por un estrecho de margen de la candidata del PT Dilma Rousseff. Así las cosas,“el Gobierno federal no reaccionó hasta ahora a la falta de agua, que va a comprometer la generación de electricidad, y tampoco lo hizo el Gobierno de São Paulo”. Y añade que “cada partido por miedo a ser acusado de incompetente por la oposición, ha tratado de esconder el problema”.
Por eso, el coautor del estudio sobre el agua, el profesor de Economía de la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp) Miguel Juan Bacic, no se muestra muy optimista respecto a la efectividad de las medidas concretas puestas en marcha y pone como ejemplo los intentos del Gobierno del Estado de São Paulo para sacar más agua de las distintas represas e interligarlas, lo que, en su opinión, “llevará a que todas se agoten de forma casi simultánea si no llueve mucho. También se inició un proyecto para sacar agua del río Paraiba do Sul, pero esta río ya está con volumen bajo…”
El profesor de Unicamp cree que sería más adecuado reducir el nivel de pérdidas de las cañerías del sistema, que son elevadas para los estándares internacionales, implantar en las empresas industriales el reuso de agua de sus procesos productivos y la captación de agua de lluvia, así como mejorar la eficiencia del uso de agua en la agricultura. Además, Domingues señala que habría que buscar nuevas fuentes de agua, “ya sea en el sur del Estado de São Paulo o por medio de la desalinización del agua de mar, pero esas medidas necesitan de un buen tiempo para ponerse en práctica. O sea, si no llueve mucho, 2015 y 2016 serán críticos”.
Empresas sin planes de contingencia
En consonancia con lo que comentaba Kon, parte de la culpa de lo precaria que es la situación respecto a los niveles de reserva y la fallida respuesta ante la crisis está en que “en el imaginario brasileño el agua es un recurso abundante que nunca faltará”, dice Bacic, lo que, en su opinión, podría explicar la falta de planes de contingencia y la falta de reuso que se hace del agua utilizado también a nivel empresarial.
Y es que según el citado estudio realizado por el CPDEC junto con el Núcleo de Economía Industrial y Tecnología (NEIT), de la Unicamp, el 95% de las industrias, empresas, hospitales y hoteles de São Paulo no tienen un plan de contingencia ante la escasez de agua. Aquellos que tienen planes, un escaso 5%, “piensan en accionar los pozos artesanales e importar parte de los insumos que producen”, dice Domingues.
El estudio evidenció que los establecimientos son altamente dependientes de las compañías de abastecimiento – y, en consecuencia, de las lluvias –, ya que pocos (sólo un 28,4%) cuentan con otras fuentes de abastecimiento. Llama la atención también el hecho de pocos lugares cuenten con sistema de reuso: De los 137 entrevistados, sólo un 12,4% reutilizan el agua de alguna forma. En el caso del sector industrial, formado por empresas que utilizan agua en sus líneas de producción, el porcentaje es mayor y un 23,6% de los entrevistados lleva a cabo acciones para reutilizarla, pero esas iniciativas representan solo el 8,5% del volumen de agua utilizado.
Teniendo en cuenta los datos del nivel de las represas más importantes en el Gran São Paulo al cierre de este artículo: Cantareira (7 %), Alto Tiete (10,6 %) y Guarapiranga (35,9 %) y los escasos planes de contingencia de Gobierno y empresas, los autores ven muchas nubes en el horizonte, y no cargadas de agua. “Aunque el sistema esté garantizado en el caso de Cantareira hasta marzo de 2015, tal y como anunciaron las autoridades, eso no significa nada, ¿qué pasará en abril de 2015?, se pregunta Domingues. Bacic solo espera “que las empresas despierten y comiencen a pensar en alternativas, porque el tiempo para planes de contingencia más sólidos se ha agotado”. Y añade que en este momento “solo hay espacio para planes de emergencia como el uso de los pozos artesanales, la captación de agua de lluvia, abandonar las partes del proceso de producción que demandan más agua y tratar de comprar de otra empresa”.
Domingues dice que el escenario a más largo plazo puede llegar a ser muy grave, pues se puede paralizar parte importante de la producción industrial, “lo que generará desempleo y la caída del valor agregado y de la recaudación fiscal”. Él considera que el comercio y los servicios también podrían sufrir un efecto dominó, con la consiguiente subida de los precios agrícolas. Y advierte de que una situación de desempleo creciente y falta de agua constante en los domicilios particulares es un peligroso caldo de cultivo para las protestas sociales, “que si recordamos las ocurridas en los últimos dos años pueden ser violentas”.