Cerca de 200 mil millones de litros de agua embotellada se consumen cada año en el mundo. Beber agua de botella se ha convertido en una moda. Botellitas de agua en el metro, en clase o mientras andas por la calle. Sea verano o invierno. Y mientras en los países del Norte, bebemos y bebemos… más de 1.200 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable y miles de niños mueren por enfermedades relacionas con el agua.
En los últimos años, el agua se ha convertido en algo más que en el líquido que hace posible la vida. Los médicos nos recomiendan que bebamos dos litros de agua cada día para que nuestro cuerpo esté hidratado. Pero los anuncios de televisión venden el agua como un producto mágico que cura, que nos ayuda a adelgazar… un producto casi milagroso. Pero no sólo se trata de beber agua del grifo, que normalmente es de gran calidad. Hay que beber agua en botella. Nos han hecho creer que el agua en botellas de plástico es mejor, más sana, más natural. E, incluso, bares y restaurantes de moda tienen carta de aguas procedentes de diferentes países y con distintas propiedades, o eso dicen sus etiquetas. Pero, la realidad es que la diferencia con el agua del grifo, según los expertos, es escasa. Los manantiales son los mismos para todos. Además, un tercio del agua embotellada procede de la red de abastecimiento común.
Y el agua es de todos. Los ríos, los lagos… no pertenecen a nadie. Es un recurso natural que nos pertenece a todos y que deberíamos cuidar con esmero, pues el agua es fundamental para la vida. Nuestro planeta tiene mucha agua, mares, ríos, océanos… pero sólo el 2% es agua dulce.
Sin embargo, grandes corporaciones como Coca Cola, Danone o Nestlé han hecho pequeñas píldoras embotelladas del agua que nos venden como un producto mejorado. Los beneficios anuales de este mercado han ido aumentando año tras año. En 1970, las ventas de agua embotellada era de unos 1.000 millones de litros. En los 80, ya era el doble. En el año 2000, las ventas de agua embotellada superaba los 80.000 millones de dólares. Un pellizco que las grandes empresas no están dispuestas a dejar escapar. Aunque suponga hacer un poco más de daño a nuestro planeta.
Consumir agua embotellada es 10.000 veces más caro que utilizar la del grifo. Para poder elaborar una botella de agua de un litro se utilizan tres litros de oro azul. Además, cada año, según los ecologistas, se usan 17 millones de barriles de petróleo para hacer botellas de plástico para agua. Es la misma cantidad de petróleo que necesitan un millón de coches durante un año. Así, nuestro planeta se contamina un poco más cada vez que destapamos una botella de agua. Además, sólo el 13% de las botellas de plástico terminan en plantas de reciclaje, según la organización Greenpeace.
El agua del grifo es agua potable que sirve para algo más que ducharse, lavar los platos o para el uso de la lavadora. El agua del grifo es más barata y necesita menos recursos de producción. Debemos recordar a los gobiernos que el agua es de todos y dejar a un lado la privatización de este recurso. Estamos borrachos de agua y, como no nos estamos dando cuenta de que están robándonos algo que es nuestro. El agua no es un producto para sacar beneficios. Es un servicio público, básico para vida.
Ana Muñoz Álvarez
Periodista
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