Por Alberto Guijarro Lomeña.
Aunque cada vez más el agua (sobre todo) y el saneamiento están en la agenda de políticos y organizaciones públicas, empresariales, sociales y académicas, e incluso de medios de comunicación y de ciudadanía en general, existen algunos temas específicos de los que no suele hablarse por diversos motivos: desde el simple desconocimiento hasta la incapacidad de análisis crítico, el escaso interés para los actores que marcan la agenda o la consideración de temas política o culturalmente “incorrectos”.
Me gustaría hacer un rápido repaso por algunos de ellos.
1. Las cifras oficiales de acceso global al agua y saneamiento no son reales
La Asamblea General de Naciones Unidas lanzaba a finales del año pasado una alerta en su 70ª Sesión, mostrándose:
“…profundamente preocupada porque las cifras oficiales [de agua y saneamiento] no reflejan plenamente las dimensiones de la disponibilidad de agua potable, la seguridad, la asequibilidad de los servicios y la gestión segura de excretas y aguas residuales, así como de la desigualdad y la discriminación en el acceso al agua potable y el saneamiento y, por tanto, subestiman los números de las personas sin acceso a agua potable segura y asequible y gestionado de forma segura y saneamiento asequibles.”
O dicho más directamente: las cifras oficiales, mostrando ya de por sí la terrible situación para millones de personas sin acceso básico al agua y al saneamiento, no reflejan la realidad.
Un informe publicado en 2009 por el International Institute for Environment and Development afirmaba que unos 50.000 puntos de agua del África rural no se encontraban en funcionamiento. Más recientemente, una evaluación realizada en 2013 a 23 proyectos de financiación europea en 6 países de África subsahariana revelaba que los proyectos eran sostenibles desde el punto de vista técnico pero no si se analizaban aspectos económicos o institucionales.
En definitiva, comenzamos el camino hacia el acceso universal desde un punto anterior al que marcan las cifras oficiales (663 millones de personas sin acceso al agua y 2.400 millones sin acceso al saneamiento).
2. La población rural no cuenta
Seamos realistas: muchas (por no decir la mayoría) decisiones políticas se centran en las zonas urbanas, densamente pobladas, que son las que dan los votos, pues los proyectos obtienen más resultados en términos de número de personas. Y si hablamos en términos económicos, es habitual escuchar que “el ámbito rural no es rentable”.
3. ¿Conocemos la sostenibilidad de los proyectos?
La sostenibilidad es difícil de medir. En general no es habitual la existencia de evaluaciones de programas y proyectos 5 o 10 años después de su finalización, y lo habitual es realizarlas al final del proyecto, o como mucho un par de años después, por lo que pueden evaluarse aspectos como la eficacia o eficiencia del proyecto pero no se puede contrastar de manera efectiva la sostenibilidad.
Las organizaciones que trabajan desde el inicio de los proyectos la sostenibilidad como un elemento clave en el diseño y ejecución de los proyectos, y las que permanecen a medio-largo plazo en la zona o país de intervención están en mejores condiciones para analizar la sostenibilidad, pero esto es poco habitual ya que la mayor parte de intervenciones en agua y saneamiento se realizan bajo un enfoque de proyectos, de construcción de infraestructuras, sin trabajar en muchas ocasiones el fortalecimiento de capacidades locales ni el aseguramiento de aspectos que garanticen la sostenibilidad.
4. Rentabilidad no es sinónimo de eficiencia, sino de beneficio económico
Resulta indudable que la sostenibilidad de los servicios de abastecimiento de agua y saneamiento incluye la sostenibilidad económica, pues sin ésta la operación y mantenimiento de los servicios no es posible.
Pero cuando estamos hablando de derechos humanos la medida del éxito de un proyecto no puede realizarse en términos de rentabilidad. En la pasada Conferencia Regional de Saneamiento, Latinosan 2016, el Relator Especial de Naciones Unidad sobre los derechos humanos al agua y saneamiento señalaba, en mi opinión muy acertadamente, que la rentabilidad de un servicio de agua y saneamiento no muestra necesariamente su eficiencia, sino tan solo el beneficio económico que se deriva de su gestión.
Por tanto, un buen modelo de gestión del agua y saneamiento no debe provenir solamente del hecho de ser servicios públicos sino también, por encima de todo, de que son derechos humanos. En este sentido, por ejemplo, la recuperación de costes de los servicios no puede hacerse sacrificando la asequibilidad de los más pobres, dando lugar a cortes por impago cuando no las personas no disponen de recursos suficientes (Naciones Unidas recomienda que las tarifas de agua y saneamiento no superen el 3% de los ingresos familiares).
5. No es “cool” hablar de saneamiento
Siempre se ha dicho que el saneamiento es el “hermano pobre” del agua, porque es más caro y más complejo intervenir en este ámbito que en agua, especialmente en contextos institucionales y normativos débiles.
Pero es que además el saneamiento es un tema tabú en casi cualquier cultura (yo mismo pedía perdón en un post el pasado mes de noviembre por hablar de la defecación al aire libre), por lo que es complicado abordar procesos participativos que ayuden a realizar intervenciones que mejoren el acceso al saneamiento, especialmente en el ámbito rural.
El simple hecho de recabar información sobre prácticas de saneamiento es complejo, pues poca gente está dispuesta a hablar de sus hábitos al respecto, como por ejemplo cuando se practica la defecación al aire libre.
Recomiendo escuchar la charla TED de Rose George sobre saneamiento. Imprescindible para entender la problemática social/cultural al respecto.
6. ¿Existe la higiene menstrual?
Puestos a hablar de temas tabú en el ámbito cultural, destaca especialmente la higiene menstrual, un aspecto que en numerosas ocasiones se olvida que debe ser contemplado dentro de los proyectos de agua y saneamiento, a través de 3 acciones principales:
- El acceso de mujeres y niñas a baños seguros, limpios y separados para mujeres y hombres, asegurando la privacidad. Además deben contar con agua para la higiene y contendedores para desechar los productos sanitarios
- El acceso a productos sanitarios
- La educación en salud reproductiva y en el manejo de la higiene menstrual, necesaria no solo para las mujeres y niñas sino también para los hombres y los niños, con el fin de evitar el desconocimiento y la estigmatización de la mujer que éste produce.
Un ámbito de especial importancia a este respecto es la escuela, ya que contar con baños separados para niñas y niños y con características adecuadas para la higiene menstrual contribuye a evitar el absentismo escolar de las niñas cuando entran en la pubertad.
7. La corrupción es un freno para la gobernanza del agua y saneamiento
Un informe del Stockholm International Water Institute, PNUD y Cap-Net realizado en 8 países latinoamericanos resaltaba en 2013 la baja sensibilización que se tiene del problema de la corrupción, y los casos estudiados denotaban que la lucha contra la corrupción no tenía especial relevancia en el sector del agua. Este es un problema global en muchas ocasiones asumido como inevitable y que socava los cimientos de la gobernanza del agua.
Me parece un tema tan oculto y poco trabajado que creo merece la pena un post específico, al que me comprometo en las próximas semanas.
Fuente: http://www.iagua.es
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