viernes, 27 de mayo de 2016

La lucha por el agua en México: las granjas que surten a EE. UU. dejan sedientos a los pueblos



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SAN ANTONIO DE LOURDES, México – Bajo la sombra moteada de los mezquites, al lado de una escuela color amarillo claro, los niños terminaron de cantar una canción y esperaron la bendición del sacerdote.
El padre Juan Carlos Zesati comenzó con una amable exhortación en la que citó al papa Francisco. “El agua es parte de la creación de Dios”, dijo para trazar la conexión de Dios con la tierra, la vida, la comunidad y finalmente con cada persona. “Debemos respetar esa conexión”.
El pozo de San Antonio de Lourdes, un pueblo en el estado de Guanajuato, en el centro de México, se secó hace años. El pueblo, diezmado por la pobreza y la emigración, parece estar secándose también, y solo quedan 29 niños en la escuela primaria. Sin embargo, a una media hora en coche, algunas granjas aún bombean el agua desde las profundidades del subsuelo para irrigar campos que cultivan brócoli y lechuga para los supermercados estadounidenses.
“Sus comunidades están sufriendo”, dijo el padre Zesati a un grupo de madres y niños antes de pronunciar su acusación: las granjas “están extrayendo el agua… pero solo para ellas mismas”.
Luego se dio la vuelta hacia un tanque de agua cubierto de cal que construyó la gente de San Antonio de Lourdes para recolectar agua de lluvia del techo de la escuela. Levantó la mano derecha y lo bendijo. “Esto parece algo muy pequeño para todos los problemas que hay, pero es un signo de esperanza”.
Fue el primer día de bendiciones en una zona árida y aislada con varios cerros, en el centro de México, donde los campesinos esperan que llegue la lluvia para sus cultivos, de subsistencia, de maíz y frijol.
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Agua turbia de un parque industrial y que corre al lado de casas en Guanajuato, en su camino hacia un gran lago a varios kilómetros de distancia. 
Credit
Janet Jarman para The New York Times
Cuando el padre Zesati llegó al norte de Guanajuato hace cuatro años, se enteró rápidamente de que la zona atravesaba una crisis de escasez de agua que está acabando con gran parte del México agrícola.
“Lo que el papa enfatiza es que aquellos que sufren más por la presión sobre la tierra y la destrucción ecológica, los primeros que sufren sus efectos, son los pobres”, dijo el padre Zesati. “Se empobrecen debido a quienes siguen un modelo económico que cobra todos los costos a los pobres”.
Las granjas en Guanajuato representan una de las grandes historias de éxito de ese modelo, codificado en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Todos los días, los trabajadores embalan cajas de productos frescos que suben a enormes y ruidosos camiones refrigerados que salen directamente a la frontera con Texas.
“Dentro del TLCAN solo se maneja la agricultura intensiva”, dijo Dylan Terrell, director de Caminos de Agua, una organización que colabora con universidades de Estados Unidos para probar la calidad del agua en los pozos de Guanajuato y que diseña y compra cisternas y otros métodos de recolección de agua potable.
Desde la década de los ochenta, incluso antes del tratado de libre comercio, el gobierno prohibió casi todos los pozos de nueva construcción en Guanajuato. Pese a eso, la extracción de agua creció de manera exponencial. “Un sistema de sobornos y corrupción bien conocido” permitió que eso sucediera, dice Terrell.
Cada año las granjas alcanzan niveles más profundos de los mantos acuíferos y los científicos advierten que al hacerlo están sacando agua contaminada de depósitos que datan de entre 10.000 y 35.000 años atrás.
“Ese es el reto para las autoridades”, dijo Marcos Adrián Ortega Guerrero, hidrogeólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Administrar agua que tiene miles de años de antigüedad, agua que está contaminada con arsénico y fluoruro, está causando grandes daños que nunca han querido admitir”.
Los signos de que el agua está contaminada son claros. La prueba más evidente es la prevalencia de fluorosis dental, una enfermedad que ennegrece los dientes. Además, las múltiples quejas de dolor en las articulaciones sugieren que algunas personas pueden estar padeciendo una enfermedad mucho más grave, la fluorosis esquelética, que se presenta cuando se acumula fluoruro en los huesos.
“Mi esposo no aguanta el dolor en los pies”, dice Guadalupe Mata, de 39 años, madre de tres hijos. Viven en Rancho Nuevo, el segundo pueblo en la ruta del padre Zesati para bendecir cisternas. “Lo inyectan, pero el dolor siempre regresa. De todas formas se va a trabajar al campo a sembrar chile”.
Su hija de 16 años ha tenido que ingresar al hospital debido a problemas renales, mencionó. Comprar agua embotellada está fuera del alcance de la familia: su esposo gana aproximadamente 33 dólares a la semana.
No se han llevado a cabo estudios formales del efecto sobre la salud del exceso de arsénico y fluoruro en los pozos comunales de Guanajuato, pero algunas pruebas recientes realizadas por la Universidad del Norte de Illinois para Caminos de Agua muestra niveles mucho más altos que los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De acuerdo con la OMS, la exposición continua a arsénico con esos niveles puede provocar cáncer de piel y pulmón, entre otros tipos; además, también puede tener efectos neurológicos y cardiovasculares. Junto con la fluorosis dental y esquelética, el exceso de fluoruro puede exacerbar los padecimientos renales, señala la organización.
Tres personas han muerto por enfermedad renal desde que llegó el padre Zesati, quien ahora teme por Gloria Villanueva Rodríguez, cuyos riñones dejaron de funcionar hace un año. Tres de sus hijos fueron a reunirse con otros tres que ya trabajaban en Estados Unidos y envían dinero para pagar su tratamiento de diálisis.
“Trabajan para curarme”, dijo la señora Villanueva, de 51 años.
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Gloria Villanueva Rodríguez, de 51 años, en su casa en el pueblo Las Negritas, estado de Guanajuato. Sus riñones dejaron de funcionar hace un año. Sus hijos, que trabajan en Estados Unidos, envían dinero para pagar su tratamiento de diálisis. “Trabajan para curarme”, dijo la señora Villanueva.
Credit
Janet Jerman para The New York Times
Pocos ponen en duda que el suministro de agua en Guanajuato está bajo presión. Las granjas utilizan cerca del 82 por ciento de toda el agua y no tienen que pagarla.
En respuesta a los cuestionamientos, Víctor Hugo Alcocer Yamanaka, subdirector técnico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), escribió que “los estudios disponibles son más que suficientes para afirmar que los mantos acuíferos se están sometiendo a una sobrexplotación destructiva”.
Pero negó las acusaciones acerca de que Conagua, que cuenta con solo 10 inspectores para todo el estado, haya otorgado concesiones ilegales de agua.
Alcocer también confirmó que se han detectado niveles excesivos de fluoruro en varios lugares del norte del estado, y que se ha encontrado tanto fluoruro como arsénico en otros.
“Tenemos que apoyar el crecimiento”, dice Roberto Castañeda, subsecretario de Agricultura del estado de Guanajuato. Para ahorrar agua, “debemos aplicar la ley con mayor rigor, llevar la tecnología al campo y mejorar la eficiencia”.
Álvaro Nieto, un agricultor que vende brócoli, lechuga, berza y col de Bruselas a distribuidores en California, dijo que a la mayoría de los agricultores de Guanajuato no les interesa hablar del ambiente. Además, el gobierno no ha querido tomar medidas contra los pozos ilegales y el bombeo excesivo, añadió.
Nieto afirmó que ha reducido su consumo de agua en un 40 por ciento en comparación con el de hace dos décadas mediante el uso de técnicas de conservación del suelo. “No bombeo más agua porque quiero que mi negocio se extienda durante varias generaciones. Somos muchas personas que toman agua con muchos popotes de un solo vaso de agua”, comentó.
Jaime Hoogesteger, investigador de la Universidad de Wageningen en los Países Bajos, que ha estudiado el problema del agua en Guanajuato, predijo que llegará el día en que el auge de la agricultura termine con toda el agua que lo alimenta. “La única pregunta es cuánto tardará”, afirmó.
Al acercarse la noche, el padre Zesati bendijo una cisterna más en medio del balido de las ovejas en la casa de una pareja de ancianos, Teresita Aguilar y Gabriel Padrón.
Junto con una decena de amigos y familiares, levantaron su mano derecha.
Entonces alguien dijo: “Ahora solo debemos esperar que llueva, y mucho”.
Fuente: http://www.nytimes.com

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